En julio pasado, la Casa del Tiempo albergó la Escuela de Verano, en la que la directora de infraestructura verde de la Secretaría de Medio Ambiente (SEDEMA), Maritza Hernández, ofreció una charla sobre este tema tan vigente a nivel ciudad.
¿Qué es la infraestructura verde? En términos sencillos, la infraestructura verde es un enfoque para diseñar y gestionar nuestros espacios urbanos que integra elementos naturales y soluciones ecológicas para abordar problemas como el cambio climático, la gestión del agua y la pérdida de biodiversidad. En lugar de enfocarnos únicamente en agregar parques o jardines, pensamos en una red interconectada de espacios abiertos que trabajan en conjunto para ofrecer soluciones ambientales y sociales. Para la Ciudad de México, una metrópoli con desafíos ambientales y sociales únicos, esto significa transformar y revitalizar nuestro entorno urbano de manera que sea sostenible y resiliente.
Uno de los principales desafíos que enfrentamos ha sido la adaptación del marco legal y normativo. Antes de este proyecto, el concepto de infraestructura verde era prácticamente inexistente en México. Tuvimos que trabajar arduamente para modificar leyes y regulaciones ambientales que permitieran la implementación de estas nuevas ideas. Además, la complejidad social de la ciudad, con su diversidad de ecosistemas y problemas como la escasez de espacios verdes en áreas densamente pobladas, ha añadido una capa adicional de dificultad.
En términos de planificación, el proceso ha sido fundamental. Empezamos con una zonificación exhaustiva, analizando las características ambientales y las necesidades sociales de cada área. Por ejemplo, en zonas como el Pedregal, que actúa como una especie de “coladera” natural para el agua, diseñamos tanques de tormenta para gestionar el exceso de agua y evitar inundaciones. En otras áreas, como las barrancas históricamente canalizadas, implementamos soluciones para prevenir la acumulación de agua y reducir el riesgo de inundaciones.
Un ejemplo tangible de nuestra labor es la transformación de un antiguo basurero en un parque en una de las zonas más empobrecidas de la ciudad. Este espacio, que solía ser un vertedero de basura, se ha convertido en un parque con áreas verdes que no solo mejora la calidad de vida de los residentes, sino que también ofrece un espacio recreativo y de esparcimiento. Este tipo de proyectos ilustra cómo la infraestructura verde puede revitalizar áreas deterioradas y aportar beneficios concretos a las comunidades.
La participación social ha sido un componente crucial en el desarrollo de estos proyectos. Hemos llevado a cabo talleres y consultas con los residentes para entender sus necesidades y preocupaciones. Este enfoque participativo no solo ha ayudado a diseñar espacios más funcionales, sino que también ha fomentado un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia estos nuevos espacios. En las áreas donde se han rehabilitado ríos y parques, hemos observado un incremento en la seguridad y la cohesión comunitaria, lo cual es una prueba del impacto positivo de la infraestructura verde.
Mirando hacia el futuro, mi esperanza es que la infraestructura verde se convierta en una parte fundamental del desarrollo urbano de la Ciudad de México. Espero que los proyectos en curso sigan mejorando la calidad de vida y ayudando a mitigar los efectos del cambio climático. La clave está en mantener un enfoque que integre tanto aspectos ecológicos como sociales, adaptándose a las necesidades cambiantes de la ciudad. Con el compromiso continuo de todos los sectores involucrados, estoy convencida de que podemos construir una Ciudad de México más verde y sostenible.